UN TSUNAMI SIEMBRA EL TERROR EN LA PUNTICA

No se han lamentado daños personales. Las olas alcanzaron los 30 cm de altura.

Doña Juana tras el tsunami

A las 10:54 de la mañana de ayer, el mar dio un susto tremendo a cientos de bañistas que justo a esa hora se daban el primer chapuzón del día en la playa de La Puntica. Loli Rodríguez, veraneante habitual de esta parte del Mar Menor, comentaba, aún con la impresión en el cuerpo: «¡Madre del amor hermoso! ¡Quién se lo iba a esperar!».

El Instituto Sísmico Murciano (ISM) detectó a las 10:54 un movimiento telúrico nada habitual para esta época del año. “Es como si la Tierra tuviera retortijones” declaró Luis Mejía, responsable del ISM, con afán divulgativo. “A las 11:03 se produjo una réplica, pero algún bañista se la ha llevado como recuerdo y no sabemos dónde puede estar”. Mejía aclaró que el epicentro se ha situado cerca de la Isla del Barón (frente a La Manga) y no en el Mercadona de San Pedro del Pinatar como afirman varios testigos. “Eso es científicamente imposible, no existen los epicentros comerciales”, declaró firmemente. El director del ISM, además, dijo que era la primera ola detectada en La Puntica desde hace 32 años, cuando hubo una que sólo alcanzó los 12 cm de altura.

El Gobierno regional activó el nivel 620 del plan Copla y solicitará ayudas al gobierno central, ya que como afirmó el responsable de Protección Civil «el año pasado, por olas una chispa más pequeñas, Cataluña recibió 12000 millones a fondo perdido».

Doña Juana Hernández, jubilada, se encontraba dentro del agua justo en el momento en el que la ola, de unos 30 cm, arrasó el litoral. “Yo notaba el agua fría por las rodillas, estaría a unos dos kilómetros de la playa, pero de repente la sensación de frío subió hasta lo que viene siendo la ingle. Desde que murió mi Antonio no había notado nada parecido. Aquella sensación duró sólo unos segundos, como mi Antonio”.

Muchos bañistas se dieron cuenta del peligro que corría doña Juana y trataron de alertarla al grito de ¡Tsunami! ¡Tsunami! pero “como yo estoy un poco sorda, pensé que gritaban mi nombre: Juani, Juani, así que me quedé allí tan pancha, cantando boleros”. Al final no pasó nada, afortunadamente, y todos comentaron lo paradójico que resultaba ver a doña Juana en medio del tsumani con aquella cara de felicidad.

No se lamentaron daños personales, aunque los hubo, pero nadie lamentó que don Feliciano Sánchez falleciera al tener la boca abierta y tragarse todas las algas y medusas que trajo consigo la ola. “Sí, murió, pero no lo lamentamos porque era muy pesado. Siempre estaba contando las gracias de sus nietos”.

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